Pasamos el grueso de nuestras jornadas en el lugar de trabajo. La oficina es el sistema nervioso en nuestra sociedad del conocimiento. Pero para ser la columna vertebral de la existencia del humano medio, por no decir catedral para los fanáticos del trabajo, generalmente prestamos muy poca atención al camino que nos ha traído a un cubículo frente a una pantalla y una hoja de cálculo durante toda una jornada laboral. A cómo hemos pasado del trabajo manual en serie a la oficina contemporánea. Esta es historia es la que cuenta Cubed: A secret history of the workplace (Traducible como Al cubículo: Historia secreta del lugar del trabajo), un nuevo libro en el que Nikil Saval explica la evolución de la oficina deteniéndose en sus hitos arquitectónicos y culturales, del pupitre del escribano hasta el cubículo.
"Las oficinas nacieron como cavernas húmedas, con torres de archivos de hacinamiento por todas partes como si fueran estalagmitas oscuras, pero en los cincuenta empezaron a volverse lugares limpios y deslumbrantemente iluminados", alerta Saval. Los motivos no son tan obvios como la higiente. La tesis de la autora ahonda más en la utopía de la búsqueda del lugar de trabajo óptimo a lo largo de los años.
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